Este mediodía, después de comer, mi hija y yo hemos estado jugando "al restaurante", un juego que tenía bastante olvidado porque últimamente todos sus juegos simbólicos se basan en ser mamás, estar embarazadas, ir al parque a que jueguen las niñas (solo tiene hijas) o sacar a pasear perros. Pues bien, este juego del restaurante, que deriva del
vecina-vecina de cuando era más pequeña, consiste en que yo me siento a la mesa y viene ella muy solícita a leerme el menú y a traerme lo que pido. Hoy, después de traerme el primero, ha cogido su silla, la ha puesto de cara a la puerta de cristal que da al balcón y me ha dicho que iba a pintar la pared mientras esperaba que yo terminara mi crema.
Y así ha seguido un buen rato, dibujando en el aire con un lápiz.
Cuando ha llegado la hora de irnos, le he dicho:
Yo: ¿Lo dejamos ya? Se nos va a hacer tarde y aún tenemos que recoger.
Mi hija: Vale, mama.
Y: Pues venga, vamos.
MH: Pero mama, ¡espera a que acabe el dibujo!
Se ve que de los juegos simbólicos hay que ir saliendo por capas. A ver si me informo de cómo va esto.